30 de junio de 2010

"Vamos a ayudar a la mamá a recoger la mesa..."

¿Os he contado alguna vez que tengo varios modos de funcionamiento? Pues sí, tengo tres, más exactamente, y desde el viernes estoy en el modo-marido. Mis modos de funcionamiento y sus principales ventajas/desventajas son estos:

- Modo-mamá: Cuando estoy sola con mi hijo (que no es el hijo de mi marido, sino de mi exmarido). Tiene todas las ventajas de ser madre, y todas las desventajas de tomar yo sola las decisiones y de tener que representar los dos papeles, el de madre y el de padre.

- Modo-soltera: Cuando estoy sin marido y sin hijo. Tiene el inconveniente del no-sexo, y la ventaja de que tengo mucho tiempo para mí.

- Modo-marido: Presenta dos variantes, con y sin hijo. Las dos son buenas y lo mejor de todo es poder alternarlas. No hace falta que os diga que el modo-marido es el mejor de los tres ;).

Hace Tiempo que alterno dos meses de modo-mamá y uno de modo-marido, y entre medias, temporadas de modo-soltera, y aunque tengo amigos que piensan que es la relación ideal porque no te cansas nunca, os aseguro que hay que vivirlo… Cualquier día desarrollo un problema de personalidad múltiple, os lo digo yo.

Pues bien, cuando estamos los tres en casa, esta frase se oye a menudo: “Vamos a ayudar a la mamá a recoger la mesa”. Aclaro que mi marido sólo se refiere a mí como “mamá” cuando le habla a mi hijo, de lo contrario soy siempre “churri”, “cariño”, o “Susi”. Soy una convencida de que llamarse en pareja “mamá” o “papá” es el principio de fin, el antimorbo por excelencia, y como creo firmemente que cuando se acaba el sexo, se muere una parte fundamental de la pareja (tanto como pueda serlo la confianza o el respeto), si algún día mi marido me pregunta “Mamá, ¿has visto el pantalón que me compré la semana pasada?”, os aseguro que iré pidiendo cita con el sicólogo para la terapia de pareja.

Bueno, volviendo al tema… Cuando terminamos de comer, mi marido suele decir eso de “Dani, vamos a ayudar a la mamá a recoger la mesa”, o cualquier cosa que se le parezca (aclaro que la comida normalmente la hago yo). ¿Cuál es la traducción de esta famosa frase? Muy fácil: “recoger la mesa” consiste en que el contenido de la misma es transportado a la cocina y dejado encima del banco. Y ahí se queda, tal cual llega (o sea, en una bandeja o cada cosa suelta, según toque).

Con un poco de suerte, elementos sólidos como alguna botella de vino o de cerveza, acaban en el cubo de la basura. Con un poco de mala suerte, se quedan en el banco. En días extraordinarios (si tengo fiebre y estoy en cama, por ejemplo, cosa que casi nunca ocurre), me encuentro los platos vacíos y enjuagados, y en años bisiestos, dentro del lavavajillas.

¿Y qué puede ocurrir en algunas ocasiones? Pues que cuando tengo algún episodio premenstrual agudo y me harto de la intendencia del hogar, y se me cruzan los cables (he de decir que tengo muy mal genio cuando me pongo…), durante dos o tres días el lavavajillas hasta se pone en marcha solo, ¡e incluso se vacía! Todo esto siempre acompañado de algún achuchón diciendo “¿A que te ayudo mucho, churri?”. Pá matarlo… :)

Por suerte, como nos llevamos muy bien y nos queremos mucho, el tema no tiene mayores consecuencias. Yo también tengo “mis cosas” que le molestan, y cuando una relación funciona, estas historias no son graves y al final se quedan en anécdotas con las que te ríes un rato, pero son situaciones que me hacen pensar si realmente las mujeres hemos salido ganando o no con esto de la independencia económica. A veces reconozco que no lo tengo muy claro…


Os dejo con un anuncio de época buenísimo, no os lo perdáis. Si ya me lo dijo el cura antes de casarme, "tienes que ser el reposo del guerrero, pecadooooraaa" :D
(Vale, no fueron estas mismas palabras, pero el mensaje era ese...).
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20 de junio de 2010

Cómo conseguir que tu marido haga lo que tú quieres

El mito del hombre simple. Argumentos ¿En contra? ¿A favor? ¡No tengo ni idea! :D (Parte 5)

¿A que mola el título que le he puesto al post, eh? Pues que sepáis que lo que vais a leer a continuación es un método casi infalible para conseguir que los hombres en general, no sólo los maridos o similares, hagan lo que vosotras queráis. Y no me refiero a tenerlos contentos en la cama, ¡que os veo venir! Eso también es importante, pero no es suficiente y con el tiempo pierde efectividad.

Vamos al grano. Tras muchos años de trato continuado con hombres en las situaciones más variadas, he de decir que es muy complicado hablar con ellos. Debéis pensar que me he vuelto loca o estoy de coña, pero no, no no no, nada de eso. Las leyendas urbanas dicen que somos nosotras las que hablamos en clave y las que lo complicamos todo, pero hoy me he propuesto demostrar que no es así.

Imaginemos una situación de lo más normal: Estás en casa con tu marido, y llevas varios días dándole vueltas a la cabeza con algún tema que tenéis que decidir conjuntamente, y que tú sabes que es una buena idea. No hablo de arreglar el fregadero que gotea, por ejemplo, para eso llamas a un fontanero, y ya está. Así, de entrada, y en teoría, no debería ser tan complicado, ¿no? Se lo preguntas, y lo habláis... Por ejemplo:

- Tú: “Cariño, qué te parece si compramos un mueble para el salón, que el que tenemos es pequeño y está hecho polvo?”

- Él: ¿Un mueble para el salón? ¡Tú estás loca! ¡Con la crisis que hay, y tú pensando en gastar!

Siento decirte que si haces esto has cometido un error de principiante, porque tu marido no es una mujer, es un hombre, y como tal, tienes que aprender a utilizar la “Técnica de la Semilla”, algo que me enseñó mi abuela hace muchos años. Ella me decía siempre: “Nena, con los hombres hay que tener picardía”. Yo a los veinte años no lo acababa de entender, pensaba que eso eran cosas de abuelas, pero no, después de dos matrimonios me he dado cuenta de que era un consejo muy sabio. Veamos en qué consiste esto de “Plantar la Semilla”.

La convivencia te enseña que a un hombre no le puedes hacer una pregunta directa, a menos que quieras tener bronca. Si haces eso, lo normal es que te diga que NO, así, sin más, aunque más tarde a lo mejor se lo piense (siempre que se lo hayas dicho dos veces, porque si sólo se lo dices una, es como si no le hubieras dicho nada, ya que su cerebro no suele ser capaz de procesar la información a la primera, que lo sepas). Lo que debes hacer es dar un rodeo, planteándole una situación que no requiera una respuesta, de manera que le dejas la semilla en algún rincón de su cerebro, y pasado el tiempo, y habiéndola regado de vez en cuanto, de repente un día te dirá “Oye, pues sí”, porque sencillamente creerá que ha sido idea suya. (A que soy lista, ¿eh?, jeje).

El planteamiento correcto de la pregunta anterior sería este:

-          Tú: “Mira qué mueble más chulo. Y además es barato. En este cabría una tele grande”.

-          Él: “Vale” (suponiendo que diga algo, claro).

Unos días más tarde, vuelves al ataque:

-          Tú: “Cariño, he visto una tele de 42” muy barata, por XXX euros, en no-sé-donde, la podríamos comprar. Aunque no sé si cabrá en este mueble…”.

-          Él: “Pues podríamos comprar un mueble de salón nuevo, que éste está muy viejo ya”.

¡Prueba superada! :D. Hay que decir que el proceso suele ser más largo, no penséis que lo vais a conseguir en solo dos asaltos, eso pocas veces ocurre, lo normal es necesitar cinco o seis.

Así que, mujeres del mundo, no olvidéis nunca que ante una pregunta directa, vuestros maridos se pondrán a la defensiva y dirán de entrada que NO, sin ni siquiera haber escuchado lo que decís. Tal vez sea una forma de reafirmar su hombría, o les gusta llevarnos la contraria, o puede que no tengan ganas de salir de la caja en la que están metidos en ese momento y ponerse a pensar en otra cosa. O quizá, simplemente no tienen ganas de hablar, tampoco hay que pensar siempre mal. Por lo tanto, solo os queda una opción: ir con rodeos como en el famoso “alguien ha matado a alguien” de Gila.

Hay que decir que la técnica no es infalible. El marido avispado se dará cuenta enseguida de que quieres algo, y te contestará con una frase del estilo “No me líes, ¡que te conozco!”, pero dará por hecho de antemano que está perdido, ya sea por lo insistente que eres o porque sabe que tienes razón, y te acabará diciendo la famosa frase “lo que tú digas, cariño”, que a las mujeres nos pone de los nervios porque nunca sabemos si está dicha en serio o en plan sarcástico. Un consejo: nunca le plantees un tema “de pensar” a partir de las nueve de la noche, porque a esa hora ya sabes que no le queda cobertura (para saber más sobre el tema, os remito al primer post de este blog, aquí: "Problemas de cobertura").

Todo esto viene a cuento del falso mito del hombre simple. Porque vamos a ver… lo normal es que digan que cuando ellos dicen NO, es NO, y cuando dicen SÍ, es SÍ, pero que con nosotras necesitan utilizar un diccionario para entender lo que queremos decir, porque el español normal no vale (ese diccionario para hombres lo podéis encontrar en mi otro blog, aquí, sacado de Internet). Pero, ¿qué pasa con ellos? ¿Es verdad que cuando dicen NO, es siempre NO? Yo tengo serias dudas al respecto. Veamos.

Qué quiere decir tu marido cuando, en medio de una discusión amistosa, contesta:

-          NO: “No lo he pensado, no tengo ni idea, pero por si acaso, es que NO”.

-          NO SÉ: “Vale, me has convencido, pero no lo pienso reconocer”.

-          ¿TIENE QUE SER AHORA?: “No quiero que sea ahora, ni mañana, ni pasado, ni nunca”.

-          QUÉ GUAPA QUE ERES (con sonrisa añadida): “Tienes razón, cambiemos de tema”.

-          DAME UN BESO (con sonrisa tierna): “Tienes razón, soy un cabezón, te voy a engatusar”.

-          : “Desde el principio sabía que tenías razón, pero no pensaba reconocerlo”.

-          BUENO: “Tienes razón, no insistas”.

-          M (Así, “m”, no “mmm…”, solo una M gutural): “No tengo ni idea, soy incapaz de pensar en este momento”.

-          NO TE OIGO: “A ver si me escapo haciendo la gracia del teléfono que tiene interferencias”.

¿Quién dijo que éramos solo nosotras las que hablábamos en clave? Bueno, para ser justos, reconozco que nuestro vocabulario contradictorio es bastante más amplio, es cierto ;).


Instrucciones adicionales de aplicación del “Método de la Semilla”

Algunas veces se da un fenómeno curioso: puedes llevar meses discutiendo acerca de un tema que para él es siempre un NO rotundo y no negociable, y de repente un día, sin saber por qué, surge de nuevo por casualidad, cuando tú ya te habías dado por vencida (sí, a veces ocurre...), y sin más te dice: “Vale, vamos a hacerlo”, que te quedas a cuadros y le preguntas “¿Y eso? ¡Si antes no querías ni muerto!”, “Mujer, ¡es que me tienes que decir las cosas poco a poco, no todas a la vez!”.

O sea, que ya sabéis: si hay varios temas que os rondan por la cabeza, tened paciencia y haced una lista de prioridades, no planteéis nunca más de dos cosas a la vez.

Los hombres son secuenciales, solo pueden resolver los problemas de uno en uno, y encima a los domésticos no les darán prioridad, ¡así que como para soltarlos todos de golpe! Directamente, se cortocircuitan, y la bronca está asegurada, así que paciencia, y ¡ten picardía! :D.








Para quien tenga curiosidad y no quiera perderse en el blog, recapitulo mi "tesis" acerca del Mito del Hombre Simple y os pongo los enlaces:

- Argumentos a favor:

- Argumentos en contra:
Y el de hoy lo ponemos aquí, que si no, me quedo sin argumentos! :D


Os dejo con un vídeo del genial Mark Gungor, del que ya puse la "historia de dos cerebros" en el post "la famosa pregunta ¿en qué piensas, cariño?". Vale la pena verlo, en serio :).



18 de junio de 2010

Diccionario para hombres

Hoy os voy a mandar a mi otro blog, "Ver para creer", porque he publicado allí una entrada que tiene relación con mi próximo post. En ese blog publico cosas cortas, no tochos filosóficos como en este. Normalmente tienen que ver con noticias o cosas que encuentro por internet, o me mandan por mail, es una especie de cajón de sastre donde pongo un poco de todo.

En la próxima entrada del Rincón de Su pensaba poner un enlace a este último post de Ver para Creer, pero he preferido hacerlo antes, para que "os suene de algo" cuando leáis el siguiente post, que se llamará............... ¡"Cómo conseguir que tu marido haga lo que tú quieres"! ;)



13 de junio de 2010

... y me casé

La verdad es que no sabía si escribir esta parte o no, porque no tenía claro que pudiera ser interesante, pero como parece que algunos tenéis ganas de leerla, me he animado a contaros lo que pasó el día de mi boda, después de todo lo que os conté la semana pasada (aquí, por si alguien no lo ha leído y no se quiere perder).

La boda era por la mañana, y desde luego esto de vestirse de novia es peor que vestirse de torero. Tienes que empezar como cuatro horas antes, nada menos. Me levanté con los ojos hinchadísimos, en plan mujer-tortuga, y casi me caigo de culo cuando me miré al espejo. Que yo pensaba “tanta estetisien y tanta preparación de la piel ¿¡para qué!?”. Me fui a casa de mis padres a arreglarme, y reconozco que estaba bastante nerviosa porque todo el teatro que había que montar me impresionaba un poco.

De hecho, desde que me casé estoy convencida de que una boda por la iglesia y con toda la parafernalia es una prueba de fuego. Os aseguro que si no llego a tenerlo clarísimo, habría salido corriendo mucho antes del día D (que por cierto, era realmente el Día D, ya que coincidía con el Desembarco de Normandía, “el Día D a la Hora H).

Los preparativos tenían un orden que yo descubrí entonces, porque nunca se me había pasado por la cabeza preguntarles a mis amigas casadas cómo era ese día para ellas, ya que yo estaba segura de que a mí no me iban a pillar (qué inocente soy a veces…). El orden correcto era el siguiente:

Ducha: Con crema hidratante después y mucho desodorante, no te vaya a abandonar en un día así. La crema a los 25 puede que no haga falta, pero a los 42, te aseguro que sí.


Pelo: Vino una amiga a peinarme, y entre ella y su madre, y con un bote entero de laca y unas cien horquillas, me hicieron un moño chulísimo.


Maquillaje: A la mujer-de-los-milagros le tocaba después, y ya lo creo que hizo un milagro, ríete de los panes y los peces, hasta yo me veía guapa :).


Ropa interior: Color “blanco roto”, por supuesto. El equipamiento completo: braga, sujetador y ligas.


Vestido: Se supone que se pone por la cabeza para que quede bien, pero yo no me atreví y tampoco veía claro por qué era tan importante, así que lo dejé en el suelo y me metí por el agujero. Y si me descuido me olvido de la enagua, que me faltaba algo y yo no sabía qué era. Por cierto, yo quería hacerme un vestido color vino de diseño tipo “Desayuno con Diamantes”, pero desde el principio me dijeron en mi casa que si-estaba-loca-o-qué, así que me fui a lo tradicional.


Zapatos: Me tuve que comprar dos pares porque con el primero traté de andar diez minutos por la casa y no podía con mis pies, y como los había llevado al zapatero para que los metiera en la horma, ya no los pude devolver. El segundo par era perfecto, pero claro, ahora tengo dos pares de zapatos de novia casi nuevos (¿Por cierto, alguien se va a casar y usa un 39?).


Velo: Me lo dejaba una amiga y era muy bonito, pero yo me vi con eso y pensé “¿Esa del espejo quién es?”.


Ramo: Yo no sabía cómo llevar aquello, aunque viene bien para tener las manos ocupadas. Que digo yo que podrían hacer los vestidos de novia con bolsillos, ¿no?


Colonia: No hay que olvidarse de la colonia. Y de las ligas de repuesto, eso también.


Joyas: En mi caso, sólo unos pendientes de mi madre.


Creo que no me dejo nada. Todo el proceso duró más de tres horas, y la verdad es que enumerándolo todo ahora, ya no me parece tanto tiempo para todo lo que había que hacer.


NOTA: No tengo ni idea de si esto tiene interés para alguien. Prometo volver a mis “análisis profundos” desde el siguiente post ;).

Me casaba a las 12:30 y me recogían casi una hora antes, en un coche súper chulo antiguo descapotable, y con la excusa de que hacía mucho viento llamamos al dueño del coche, que era muy amigo de mi padre, y le pedimos que viniera con la capota puesta, porque nos daba muchísima vergüenza ir así por la calle. El trayecto fue un cachondeo, con los típicos gritos de“¡GUAPA!” y “¡VIVA LA NOVIA!”, que yo pensaba “bueno, con el disfraz éste, mañana no me conocerá nadie, así que lo negaré todo”.

Cuando llegué a la Iglesia, muy puntual, mi padre se bajó del coche y pasó de mí completamente, así que empecé a bajar yo sola, que entre el velo y la cola era jodido, no creáis. Eso sin contar con la vergüenza que me daba aparecer así, que yo estaba acostumbrada a estar en el otro lado, ¡no en el de la protagonista! :S

Pero… cuando vi a mi churri se me pasaron todos los males. Está feo que yo lo diga, pero lo digo: estaba guapísimo, eso lo primero. Y lo segundo y más importante: se le veía el hombre más feliz del mundo. Y esa felicidad le duró toda la boda, era increíble. Le conozco muy bien y sabía que tenía muchas ganas de casarse, pero de verdad que nunca he visto a un novio tan feliz y tan relajado. A novias sí, pero a novios no. Me contagió esa alegría, y creo de verdad que se la transmitíamos a los demás. O eso, o yo me estoy haciendo mayor y veo visiones :D. Fue el novio perfecto.

Después de este momento nostálgico, sigo… Mi padre no se creía que realmente me fuera a casar, no se lo esperaba y no lo veía claro por nuestros antecedentes, y hasta el último momento confió en que fuera todo una broma de mal gusto. Unos días antes de la boda, con la excusa de que él iba a hacer las fotos mejor que mis hermanos (cosa que no dudo, porque es un maestro y se había comprado una cámara más que profesional para la ocasión), me planteó si se podía librar de ser el padrino y que ocupara su lugar mi hermano mediano. Como yo no soy muy de convencionalismos, no me importaba, pero mi madre y mi futuro marido volvieron a salir con eso de si-estás-loca-o-qué, y el tema quedó zanjado.

El pobre lo pasó fatal, y cuando íbamos en el coche va y me pregunta “¿oye, yo tengo que comulgar?. Aclaro en este punto que mi padre es el más creyente de la familia (por no decir el único), y como a mí me daba igual, le dije “lo que tú veas, pero avisa al cura para que no se quede esperando”. Total, que cuando estábamos a punto de entrar a la iglesia, con el cura ejerciendo de maestro de ceremonias (os recuerdo que es de OPUS), va y le dice “Padre, yo no voy a comulgar”. La cara del cura fue todo un poema y quedó inmortalizada en el vídeo.

En contra de los deseos del cura, hicimos la versión corta de la boda, que aún así a mí me parecía larguísima. Eso de “yo te quiero a ti como esposo, en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo”, a mis amigos de toda la vida les llegó al alma, no se lo podían creer (eso a los que no estaban en el bar, que los del bar espero que fueran muchos, fieles a nuestra costumbre de ver entrar a la novia y marcharnos a tomar una cerveza. Aunque verme a mí en el altar tenía guasa, y me temo que la mayoría se quedaron hasta ese momento). Tuve un pequeño percance porque yo no había comulgado en treinta años, y ya no me acordaba de que había que decir “Amén” justo antes de comulgar. Menos mal que el novio se dio cuenta y me sopló en plan apuntador, que si no el cura se habría quedado esperando un buen rato. ¡Qué mal lo pasé ahí delante, madre mía, lo que hace una por amor!

Mi hijo llevó los anillos, y lo hizo fenomenal, es un recuerdo de los mejores. Se me escapó alguna lagrimita de la emoción, lo confieso.

Lo del arroz fue divertidísimo, no sé por qué hay gente que lo prohíbe, pero eché de menos la traca, ¡a nadie se le ocurrió llevar una! :P. El paseíto en el coche hasta el convite fue la pera, con la gente saludando y gritando “¡VIVA LOS NOVIOS!”, aunque como yo ya tenía costumbre, iba saludando a todo el mundo, en plan “Bellea del Foc” (de verdad, ver para creer…), y el churri en plan Príncipe, como si lo hubiera hecho toda la vida.

La entrada al convite ya la sabéis, La Marcha Imperial de Star Wars, impresionante, la gente se quedó bastante alucinada. Y a partir de ahí, todo rapidísimo, de repente eran las siete y nos echaban. La gente bailó, cantó, rió, …, no sé, tengo un recuerdo increíble de ese día. Junté a mi familia, una parte de Valencia y otra de Lugo, a mis amigos, a los de mi marido, a compañeros de trabajo, a gente que de no ser por la boda no habría visto en años, o quizá nunca. Y sobre todo, estaba todo el mundo contento, solo recuerdo sonrisas de oreja a oreja.

Como despedida del convite nos hicimos las chicas la típica foto de todas nuestras bodas enseñando pierna, con el novio en medio, y los no-diré-qué de mis amigos cantaron por centésima vez una bonita canción dedicada al churri, que justo después del viaje de novios se marchaba dos meses a Sudán. He intentado colgar aquí el famoso “Me voy a Sudán”, cantado por la mayoría de los invitados, pero no he sido capaz, lo siento... :)

Tampoco faltó la tradicional foto de pantalones bajados (que todavía no he podido conseguir, por cierto), y aprovechando un descuido mío, los no-diré-qué de mis amigos me hicieron el “hombre mosca” en versión femenina. La gracia consiste en subir al novio entre todos como si lo fueran a mantear, y hacer que ande por el techo cual mosca. Es algo tradicional que hemos hecho en todas las bodas, y como la mía era la última, y además una sorpresa, algo así como el hijo ese que llega de rebote y se lleva quince años con el anterior, no me libré. No tengo foto del acontecimiento, aunque tampoco sé si quiero tenerla… :P. Aclaro que me tocó porque entre mi grupo de amigos, a los veintitantos años las salidas nocturnas eran de muchos hombres solteros y yo, y las novias fueron llegando después, así que yo soy “uno más”, de ahí que me correspondiera el honor de ser la primera novia-araña de la historia.

En su descargo diré que también me cantaron una canción improvisada para el momento, con la música de Rosana, de Los Diablos (aquí)y que me hizo mucha ilusión:

Susana, Susana
Se ha casado esta mañana
Ante Dios y ante los Santos
Toda vestida de blanco

Susana, Susana
Se ha casado esta mañana
Susana, Susana
Quien se lo podía imaginar

Cuando nos echaron de allí, como estábamos en el Puerto de Alicante, nos fuimos todos a seguir con la fiesta en el bar donde nos habíamos conocido mi ya marido y yo, El Coyote. De ahí recuerdo lo mismo: mucha alegría, muchísima. Y después nos fuimos a cenar, todavía quedábamos unos cuarenta supervivientes, ya derrotados, pero aguantando, y a las doce de retiro, cansados pero felices.

De la noche de bodas solo diré que había una ducha impresionante “con vistas”. No con vistas al mar, no, con vistas a la cama. O sea, que la pared era de cristal, así que veías al otro ducharse como si estuvieras viendo la tele. ¿A que mola, eh? Lástima que solo teníamos esa noche, y no está uno para muchos trotes después de un día tan intenso ;).

Total… Que yo que tantas veces había dicho que no entendía la necesidad de casarse por todo lo alto, reconozco que para nosotros fue un día difícil de olvidar y una forma perfecta de empezar una nueva etapa después de todo lo que nos había pasado. No sé si sería capaz de volver a organizar una boda, pero sí sé que me volvería a casar con mi marido con los ojos cerrados, las veces que hiciera falta.

Os dejo con la canción que pusimos para cerrar le baile, Cadillac Solitario, de Loquillo: